Despertares

¿Que cómo se puede llegar a odiar una canción? Pues por muchas razones, es la cosa más fácil del mundo creo yo. Por ejemplo, que te deje el novio mientras suena, o que te pida salir mientras sonaba (los dos en plan «oh, el amor«), y luego te deja tirada justo antes de unas vacaciones; o le dejas tú a él porque te ha puesto los cuernos, y resulta que esa era su canción preferida; o en realidad nunca saliste con él porque empezó a salir con tu mejor amiga que estaba todo el día tarareando la dichosa can-cion-ci-ta… En fin, podéis observar que el amor es un sentimiento que sirve perfectamente para odiar canciones.

Pero hay otras razones. Y una de ellas es ponerte esa música como despertador. Al principio te gusta, y por eso la eliges, pero al cabo de un tiempo terminas asociándola con los madrugones. Y claro, acabas detestándola. Yo he estado muchos años despertándome con esto: gymnopedie-nordm1-erik-satie

Sí, sí, de lo más dulce y relajante, ya sé: han sido muchos años, qué me van a contar. Me levantaba… en fin, al principio me levantaba bien, en paz conmigo misma, incluso he de decir que es una música muy indicada para compartir un madrugón, pero al cabo del tiempo se hace duro, cada día con el pun-pin…pun-pin…tin-tin-tin-tin-tin-tin-tin-tin… Ay, tanta paz… ¡Ay, tanta paz!… ¡Tanta paz conmigo misma ya me pone de los nervios!. Pero sobre todo, es que notaba que empezaba a hacerme vieja. Sí, sí, vieja, nada de mayor, o de mediana edad o de tercera, no, no: vieja. Así es que lo consulté con mis sobrinas, que entienden un montón de eso de ser joven y me propusieron esto: good-feeling-flo-rida

Bien. ¿Qué les puedo decir? Les diré la verdad: lo he soportado una semana. Verán: la segunda persona que me dijo que últimamente no iba muy bien peinada a la oficina me hizo reflexionar sobre la exagerada potencia del secador, pero ya el cuarto que me hizo un comentario sobre mis malos pelos me hizo convencerme de que, tal vez, mis sobrinas me quieren demasiado para comprender la edad que ya voy teniendo. Pero despierta, vaya que si despierta. De hecho tienes exactamente 37 segundos para tirarte de la cama y que no empiece la marchorra feroz. Así es que ahora me estoy levantando con la músiquilla que viene en la Blackberry, que es lo más horripilante que he escuchado nunca. Pero ¿cuál pongo? Es una decisión difícil, porque se trata de encontrar una música que me encante, pero que no me importe terminar odiando. No, no me hagan sugerencias, que ya he vuelto a mi juventud natural y me he recompuesto el peinado.

Sí les puedo decir que guardo dos despertares maravillosos que recordaré toda mi vida, y es en parte por la música que escuchaba mientras salía del sueño. La primera, el Ave María de Schubert, que me la pusieron expresamente para que me fuera despertando despacito y sin sobresaltos una mañana de nieve. Y la segunda, Entre dos aguas, de Paco de Lucía, que la dejó oir algún vecino en un patio, un día de verano de ventanas abiertas en el que tardé más de la cuenta en amanecer.

Dejo los enlaces de esto último por si se pasa el seguidor de las Filipinas, que igual no conoce a Paco de Lucía (y a Schubert no le voy a hacer el feo).

ave-maria-schubert

entre-dos-aguas-paco-de-lucia