Anoche tuve una cena de trabajo. Después de los consabidos saludos, besos, abrazos, qué tal, qué tal, cuánto tiempo, llegan las preguntas de cortesía que buscan enganchar el hilo para tejer la conversación. Me encanta ese momento. Hay auténticos sastres de preguntas que empiezan a coser la charla desde la primera pregunta. Yo soy algo más modesta. O quizá más modista…
¿En qué vuelo has llegado? He aterrizado a las seis. Ah, muy bien… (ponte el dedal, Carmela)
¿En qué hotel te alojas? En un NH de Lagasca. Ah, un NH, está muy bien… (coge la aguja, Carmela)
¿Hacía mucho que no venías a Madrid? Es la primera vez que vengo a Madrid. (Ahí va. Esta sí que es buena. ¿Y cómo sigo? ¿Qué cara estaré poniendo? ¿Pero dónde demonios está la tela? A ver, defensa en zona: sonríe y no levantes la ceja que queda muy impertinente)… ¿Nunca habías estado en Madrid? Bueno, sí, pero hace mucho, en el 74…
– ¿En el 74? ¡Pero si todavía vivía Franco! (¡¡¡CARMEN, EL DEDAL!!!).