Conducir

No estoy muy feliz por el post que puse ayer y nada más colgarlo ya estaba arrepentida. De hecho, había escrito este. Pero vi la tele antes… Ay. Así es que hoy les pondré el post de ayer que, aunque recalentado, va fenomenal para que desengrasemos. Hablemos, pues, de conductores.

Yo no conduzco mal, aunque ¿quién reconoce que conduce mal? Casi nadie. Así es que, como todo el mundo, diré que yo conduzco bien, que no es lo mismo que decir que yo conduzco bien como todo el mundo. Con seguridad, sin dar tirones y sin que salga despedido algún pasajero por la ventanilla al dar una curva, a la velocidad adecuada y sin estorbar, respetando a los demás y, lo que es más importante, sin ponerme nunca de mal humor. Esto puede sorprender un poco, porque tengo carácter y cuando me enfado, me enfado. Sin embargo al volante suelo relativizar mucho y es muy raro oirme gritar o enfadarme con otro conductor, o pitar. Creo que el pito (lo que los cursis llaman claxon) sirve para avisar, no para regañar. O sea, que una de mis originalidades es que en el coche yo cambio a mejor, es decir, al contrario que la mayoría de las personas.

Mi amiga M. por ejemplo (podría poner su nombre, pero luego me dice que quebranto su intimidad, ya ves qué bobada, como si no hubiera otras Merches en España), es una persona muy tranquila, que no se enfada nunca, prudente, educadísima y con una enorme paciencia con los demás. Y sin embargo, al volante se pone como una fiera taurina. Regaña a los demás, gesticula, hace pirulas (del tipo de colarse en las filas), pita en los semáforos en cuanto se ponen en verde, mete el morro amenazadoramente como otro se intente cambiar de carril sin pedirle permiso… Es decir, una persona de lo más apacible se convierte en una macarra de tomo y lomo en cuanto se monta en el coche. Yo se lo digo: M. (en la práctica, yo la llamo Merche, porque si no, puede pensar que la estoy llamando macarra) cualquier día vas a tener un disgusto porque te vas a encontrar con uno mucho más macarra que tú, que ya es decir.

Hay muchos tratados y explicaciones sobre el porqué de estos cambios al ponerse al volante. Que si la inseguridad, la sensación de poder que confiere la máquina (tanto mindundi en 4×4 no puede ser sano para la convivencia), que si el miedo y la ansiedad que genera el tráfico, que si el territorio y la propiedad, que si la mala educación, la redondez del volante, la simbología fálica de la palanca de cambios, los efluvios de la gasolina, la mala salud bucodental, el dolor de ovarios en esos días del mes, la falta de sueño debido a los horarios poco conciliadores, las penurias de la afectividad moderna y hasta el mal sexo por las noches… Miren, yo creo que son las prisas y que no vamos atentos. Y poco más.

18 comentarios en “Conducir

  1. Me encantaba conducir, me relajaba la vida…conducía un poco macarrilla, sobre todo cuando tenía el Fiat Punto, que no me daba miedo nada. Eso sí, iba por la vida que todos conducían fatal, menos yo. Un poco sobradita.

    Hace dos años nos pegaron un golpetazo fuerte que me tuvo casi tres meses de baja y que ha traído tres cosas: una indemnización jugosa pero que ni de coña compensa, una lesión crónica en el trapecio y miedo a conducir.

    Este curso será el curso en el que yo vuelva a conducir.

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  2. Yo soy incluso demasiado prudente y a veces estorbo, así que me fastidia mucho la gente que va estresada en el coche. Que salgan antes de casa.
    Por cierto, no te arrepientas de tu post de ayer. Si todo el mundo dijera realmente lo que piensa no habría algunos que se aprovechan del silencio general. Un beso.

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  3. Vale, lo reconozco, yo también como tu amiga M. a la que le gustaría permanecer en el anonimato, me transformo al volante. Cuando me «pirulean» les mando besitos desde mi coche y les pongo morritos, esto les encabrona más que si me acordase de sus muertos. Sensei dice que cualquier día me van a afeitar el morro a guantazos, pero creo que esto que hago es más elegante… jajaja

    Un beso

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  4. Mis dos primeros años de carnet conducía como un animal, siempre tenía que ir a tope de lo que daba el coche, que además era potente (o mejor dicho, pesaba poco). Cada vez que veía un tramo de autopista me ponía a 190 km/h, que era todo lo que daba el bicho (un 205 GTX). Tuve la gran suerte de tener un accidente, salirme de la carretera y salir ileso, con lo cual mi forma de conducir cambió y ahora soy super prudente.

    No obstante, cada vez que alguien me hacía una pirula, me ponía hecho una fiera, tensaba todos los músculos de mi cuerpo e intentaba devolvérsela. Varias veces estuvo eso a punto de provocarme un disgusto. Nuevamente volví a tener suerte y adquirí dos protusiones discales, que me provocan un dolor insoportable en las lumbares cada vez que me tenso, con lo cual también he eliminado los arrebatos.

    Mi última mejora ha sido el coche que me he comprado recientemente: cambio automático de doble embrague.
    http://autoconsultorio.com/cambio-automatico-2/es-el-cambio-automatico-powershift-igual-de-bueno-que-el-dsg/
    Anotarlo mentalmente, porque dentro de unos años, la mayor parte de los coches lo llevarán. Va tan suave y es tan cómodo que aún ha hecho más relajada mi forma de conducir. (Quizás este último párrafo no venía muy a cuento, pero es que tenía que contarlo).

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    • Te agradezco el comentario, porque cuentas una evolución bastante común (salvo en mi amiga M., que para colmo va pisando huevos). Yo también he cambiado mi manera de conducir. Antes iba mucho más rápido, y ahora voy «animada», pero sólo corro cuando puedo (esas autopistas vacías…). Desde luego no porque tuviera suerte como tú, sino porque la edad te proporciona sensatez, si no la traes de serie.

      Sobre los coches automáticos, ¡son una maravilla! el anterior que tuve era automático y nada que ver con uno de marchas. Hay quien dice que son de chica o de viejos, pero ¡Qué va! son de gente inteligente (y que se lo puede permitir).

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  5. Para conducir bien hay que llevar el ritmo de la carretera y hay personas que saben y otras que por muchos años de carnet que tengan, jamás lo aprenden y esos son los peligrosos. Yo soy bastante particular y como me quieran tocar las narices lo llevan claro. Todavía recuerdo cuando hace ya años llevaba a mi hermano a medirse la pierna para ponerse unos hierros porque le operaron de una triada en la rodilla y allí me ves a mí por mitad de Barcelona bastante novata y de chofer en coche extraño, esperando la primera en un semáforo en rojo y bien atenta al cambio de color cuando ni tiempo le dió y ya me andaba uno pitando…imagínate que entonces sí que estuve casi un minuto parada hasta que me dió la gana arrancar y largarme.

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  6. Todo se pega Carmen.

    Porque yo soy del gremio de M en el coche, ¿pero se imagina a T que va de copiloto igual? si a mí se me pasa alguno ya se ocupa ella de que se vaya con la reprimenda echada;-)

    ¡Todo se pega!

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