España está en cuartos de la Eurocopa de puro milagro. Porque Casillas hizo un par de paradas de esas que te hacen creer que no es un jugador para salir en los cromos sino en las estampitas, de las de grito hitchcocktiano y desmayo posterior. Y consiguieron enfadarme, y enfadarme mucho. De esos enfados míos de levantarme del sillón, quitarme las gafas y tirarlas a la pared. De empezar a jurar y llamar a Del Bosque de todo y nada bueno. De gritarle al televisor y a cada jugador. De esos cabreos raciales que no tienen nada de sordos y que me levantan dolor de cabeza por toda la energía que saco, y que hacen que la pobre Currita sea la única que se asusta y se ponga a ladrarme, pobrecilla.
Ayer estuvimos jugando al gilifútbol durante todo el partido. Un tuya-mía aburrido e imbécil que desquicia a cualquier espectador cuerdo. Cuerdo durante la primera media hora, porque después ya te deja la cabeza como a la niña de El exorcista, una pura carraca. Porque el asunto es conservar el balón, hasta el punto de que ya no sabes si el juego consiste en hacer un gol o una compota. El Sr. Don Vidente del Bosque sigue en su jardín de las cabezonerías, sin comprender que lo del Barça está muy bien, pero con Messi y Alves. O sea, que a Don Vidente le faltan un par de melocotones. Y en estas que marca Italia (¿Alguien lo dudaba?), y ya quedamos la mitad de los españoles listos para el infarto, porque la otra mitad se ha ido a dormir o está con el Apalabrados. Manda narices que Italia haga del tiqui taca ese de los tacones un juego con emoción…
Y por si acaso el fútbol no es suficientemente insufrible, ahí tenemos a los comentaristas de Tele 5 para hacer subir las ventas de pushing balls en el Decathlon. Entre la bola en posesión, el uno contra uno, los bloqueos, las asistencias y los pases magistrales, una ya no sabe dónde está la canasta. No pitan pasos porque no saben lo que es, pero están convencidos de que Casillas puede hacer dobles como la bote más de la cuenta. Lo mismo pasan esa retransmisión del partido a los jugadores y se piensan que estamos todos encantados, porque escucharán ese babeo tontorrón y atiborrado de setas en donde el penúltimo pase es el rey y la posesión, su furcia.
Cualquier día de estos se nos va a hacer bola la compota. Que Santa Lucía nos ampare.