Soy una jefa de estado, no soy una patota»
Desviamos la vista del televisor y nos miramos.
– ¿Qué ha dicho?
– ¿Al final? No sé… ¿No soy una patata?
– No, no, creo que ha cerrado algo los labios. Además, las patatas son de América, no puede negarlo… ¿Patocha?
– Patocha no, no significa nada… Bueno sí, ¿Que hace patochadas quizá?… ¿Pamema?
– Mema vale, pero ¿Pamema? Ni siquiera en Argentina usarían así esa palabra… ¿Patona, tal vez?
– Sí puede ser, patona, femenino de patán… Sí, puede ser… ¿ Y patosa?
– También puede ser patosa aunque no creo que se arriesgara: si lo niega puede alertar a su pueblo…¿Palota?
– ¿Y qué es palota? ¿que va dando «palos» por ahí? No sé, sería como hablar de la soga en casa del ahorcado… ¿Y no será paleta?
– ¿Paleta? Puf, ni siquiera ella hablaría tan claro del nacionalismo… ¿Pelota?
– No, a ver, pelota no: si está delante de un montón de cámaras…
Un día tardamos en que un periódico nos hiciera la gracia de sacarnos de dudas, y de paso traducirnos la frase. Definitivamente, no hay quien entienda a los argentinos.
A quien sin embargo entendí perfectamente fue al Sr. Brufau cuando le preguntaron por Repsol. Dijo (de memoria, no es textual):
– ¿Qué le queda a Repsol? A Repsol le queda todo. Le queda el futuro. Y le queda no tener que pensar ya más en Argentina.