Huelga del blog

Señores, mañana haré huelga de blog. Estoy aquí sin contrato, no cobro un euro y encima tengo que escribir sin corrector ortográfico. Así es que, me auto huelgo yo misma de mí en mi blog.

En otro orden de cosas, mañana iré a mi querida oficina a producir impuestos. No están los tiempos como para reducir los ingresos del Estado, que tiene ahora muchos gastos. Entre otros pagar las subvenciones a los Sindicatos.

Elecciones

Sobre las elecciones del domingo, les supongo con los informativos vistos, los datos analizados y todas las opiniones leídas. Suerte que tienen. Yo llevo fuera dos días y salvo algún comentario en la radio y algún titular leído a trasmano en la recepción de un hotel, tengo poca opinión. Diré que, de las elecciones andaluzas, sorprende la incapacidad pasmosa de las empresas de encuestas para dar alguna previsión que aporte sentido al uso de esa palabra. De creerles, ahora Arenas tendría no una mayoría absoluta, sino dos o tres. Si he comprendido bien, la mayoría se situaba en 55 escaños, y el PP se ha quedado en 50. O sea, que el balón ni ha rozado el poste, y la estirada del portero se ha quedado en una palomita de adorno. Estos arúspices, antes especializados en contarnos tendencias y ahora en no dar ni una, otorgan con su torpeza victorias morales y derrotas dulces, y provocan de paso un terremoto emocional muy alejado de la aritmética y del sosiego que necesitamos.

Entre medias, a los andaluces se les ha puesto a caer de un burro. Por lo visto, la categoría de infraespaña es patrimonio de Andalucía, una magnífica tierra que tiene de todo, desde potencia demográfica hasta una Alhambra que quita la respiración. Nadie, o muy pocos, repara en que el pueblo también se pone muy desagradable cuando vota a etarras para la alcaldía de San Sebastian, a histriones bajo sospecha en Valencia o a ineptos consolidados en Canarias, por no hablar de esa cosa tan viejuna y apolillada como es el nacionalismo, con toda su espectral estupidez, que exhibe su estulticia en ese oasis de irracionalidad que es la Generalitat catalana. Lo que es chocante es que les llamemos ignorantes ahora y sólo se lo llamemos a ellos. Si se fijan, lo de Juan Guerra fue a finales de los 80, y ahí seguirá el Psebre, trincando, pero no por los andaluces que lo han rechazado claramente en las urnas, sino por una IU que tal vez debería tener algo menos de remilgos ideológicos y algo más de gusto por la higiene y el buen olor.

Y es que en todas partes cuecen habas. O fabes, que hay que decir algo de Asturias. Verán, un fulano con más ego que diplomacia tiene un ataque de cuernos, provoca un sainete muy costoso, en dinero y sobre todo en tiempo, destroza dos partidos y se pega un tiro en el pie. Todo en menos de un año. El colega aduce que no podía gobernar, como si necesitara dar explicaciones después de esta sucesión de despropósitos. Pero lo más divertido es comprobar cómo los mismos que piden que gobierne el partido que más escaños ha sacado en Andalucía, consideran normal, lógico y deseable que la derecha se junte en un pacto entre minoritarios para gobernar en Asturias (después de haberse sacudido hasta en la dosis de sidrina). Y viceversa, viceversa, no se me vayan a encampanar.

En el colmo de nuestras desdichas, como si tener elecciones cada tres meses no fuera demasiado castigo, aparecen desde detrás de una pancarta los inefables Tocho y Pocho arrogándose la victoria de unas elecciones en las que no figuraban en ninguna papeleta. Como buenos sindicalistas, hacen con las urnas como con el trabajo: no se presentan, pero estorban.