Cuello alto

Hay que ver lo bien que me sientan los jerseys de cuello alto. Y lo digo sin ningún tipo de modestia, que conste. Les hablaré de mi cuello.

Verán. Hace años, yo jugaba con mis amigas del poblachón un partido de fútbol cada verano. Algún día les contaré esto. El caso es que uno de aquellos veranos, me pegaron un patadón que me sacó del campo. Dejé de cojear en una semana pero la rodilla me seguía doliendo, así es que fui al médico. Llegué y le expliqué lo que me sucedía. El médico me sentó en una camilla y se arrodilló para examinarme la pierna. Y según estaba agachado, levantó la cabeza para preguntarme si me dolía. En vez de eso, se me quedó mirando con mucha atención y me dijo:

– Oye ¿Tú no tienes el cuello muy gordo?

La verdad es que me faltaron reflejos para contestarle lo que opinaba yo de su narizota, que era lo que tenía a la vista en aquellos momentos. Sin dejar de mirarme al cuello, como abducido, se levantó y lo rodeó con las dos manos, como si quisiera estrangularme. Con un hilillo de voz traté de explicarle que no, que lo que me dolía era la rodilla, pero me mandó callar mientras me pellizcaba el cuello por los lados. El cuello parecía seguir en su sitio mientras los ojos se me empezaban a salir de las órbitas. Mi madre asistía asustada a la escena. O tal vez no estaba asustada, sino simplemente atónita…

El doctor me mandó al endocrino, porque mis tiroides no tenían un tamaño normal. Después de unos años tomando unas pastillitas, se me curó el hipertiroidismo, no se preocupen. Y ahora mi cuello luce excelente, incluso con jerseys de cuello alto.

¿La rodilla? Bueno, sobre eso no hizo diagnóstico pero sí que me dio receta: me dijo que dejara de jugar al fútbol con aquellas chicas tan borricas.