En el año 216 antes de Cristo, tuvo lugar la batalla de Cannas entre el ejército romano y el cartaginés. Ganó Aníbal apostando la mitad de hombres de los que presentó el ejército romano, por el tradicional método de meterlos en un embudo y anular con ello su superioridad numérica. ¿Cuántos eran? Pues las crónicas dicen que los romanos eran 70.000. ¿Nos lo creemos? Yo sí me lo creo. Verán, el ejército de Roma se organizaba a partir de centurias, manípulos, cohortes y legiones. Tantas legiones, tantos hombres, era simplemente una cuestión de multiplicar. 1 legión = 10 cohortes = 30 manípulos = 60 centurias = 6.000 hombres. Luego iban no ciudadanos y eso lia un poco, pero en fin, el método era fiable: Si te dicen que iban 70.000, iban 70.000, flequillo arriba, flequillo abajo. Siglo III antes de Cristo.
En las manifestaciones, no solo en las españolas, el método para contar a los asistentes es más creativo, por decirlo con amabilidad. Se coge el número de metros cuadrados, se descuentan los árboles, se pone metro y medio de acera, se observa si los asistentes van apretujados, se tiene en cuenta si son de los de subirse a las farolas, se mira si están más bien gordotes o delgaditos, se multiplica por la filia, se divide por la fobia y ¡Voilà! ya tenemos un número. Un número o… dos. O tres. Los números, salvo cuando son de lotería, no cuestan, ya se sabe. Y así tenemos que para una misma manifestación, una Comunidad dice que han ido 600.000 personas y la Delegación de gobierno 123.416. La policía, más cauta, lo deja en 350.000. Los organizadores dirán que un millón y medio y el periódico contrario dirá que no fue nadie, porque ni lo publica.
Una empresa, Lynce, inventó en 2009 (siglo XXI después de Cristo) una tecnología para saber cuánta gente acudía a una manifestación por el sencillo método de contar a los asistentes. Hacía una foto y se ponía a contar cabezas, y luego aplicaba un % de error (digo yo que reconocerían que puede haber gente atándose los cordones de los zapatos en el momento de tirar la foto). Esta empresa ha cerrado. Las razones que dan en su web (que les enlazo) es que no conseguían demanda suficiente y otras dificultades a la hora de paquetizar su software. Bien, yo desconozco las razones que han llevado a esta empresa a cerrar, pero no me sorprende que no consiguieran demanda suficiente. Y es que la verdad escuece, y no es interesante contarla. Y escuece a todos, y si no miren esto despacio y ríanse o enfádense: Hay para todos, no se preocupen. Razonablemente, sería una simple cuestión de acostumbrarse a otros números, a otras referencias. Y razonablemente también, sería bueno dar una oportunidad a aplicar la tecnología, ya que se dispone de ella. Y es igualmente razonable pensar que aunque se equivoquen en un 100%, el doble de 150.000 no es un millón. Pero no tenían demanda, no interesaban a los periódicos, ni a los partidos, ni a las agencias de noticias, ni a las televisiones, ni a las organizaciones convocantes, ni a universidades. A nadie. No tenían demanda. No sé si es aterrador o vergonzoso, pero lo dejaré escrito: no encontraron interés por saber realmente cuánta gente acude a una manifestación.
La historia de Cannas no cambiaría si los romanos hubieran sido 700.000 y los cartagineses 400.000, salvo por el detalle de que tendrían que haberse buscado una explanada más grande para darse de bofetadas. Lo que importa es que el ejército cartaginés era la mitad de numeroso y que Aníbal, en una genialidad táctica, los encerró. Pero tal vez la historia de España sí cambiaría si empezáramos a admitir que las masivas manifestaciones en las que se grita tanto tendrían cabida de sobra en el fondo sur del Bernabéu, una apacible tarde de domingo. Manípulos aparte.