¿Quién no ha estado nunca en una reunión y ha salido con los nervios destrozados? Yo les tengo que confesar que con los años y la experiencia me he moderado bastante, lo que tiene como inconveniente el que cada vez me destrozo más los nervios. Antes era una persona mucho más impulsiva, impaciente, y descuidada en mis desahogos, hasta extremos que prefiero no recordar porque ya se encargan otros de hacerlo por mí. Tampoco me importa mucho, no crean vds: protagonizar una leyenda, aunque sea urbana, tiene mucho mérito.
Montar una reunión productiva no es difícil. Si te falla el sentido común, hay montones de libritos llenos de lugares comunes y de tonterías en inglés que te ayudan a creer que sabes algo de management. Dirigir la reunión ya es otra cosa y según a quien le corresponda hacerlo, la reunión puede ser muy productiva o ser un auténtico petardo. Petardo en el sentido de petar. Pero hay un caso en el que da igual quién la dirija, y es cuando está el mono, al que llamaremos monus interruptus en genérico. Dejo para su imaginación o conocimiento las diferentes técnicas con las que impiden que la reunión sea fecunda. Variedades de monus interruptus hay muchas. En común su mala educación y su deleite al imaginarse macho alfa. En su diversidad, los diferentes grados de poder real. Elijan vds entre irascibles gorilas, temibles orangutanes, chimpancés pelotas, mandriles insoportables y macacos de mierda. Ah, y el simpático mono ardilla, que está constantemente enredando con los detallitos irrelevantes. Toda la variedad que permita el organigrama y en número proporcional al tamaño de la empresa.
El mandril es reconocible porque es muy vistoso y suele tener una bonita y modulada voz, algo gutural pero en todo caso grave y muy sonora. Si será bonita y modulada que a su dueño le encanta escuchar su propio arrullo. La técnica del mandril es también envolvente y engolada, como su voz. Cuando parece que la reunión avanza, el mandril interrumpe para explicar durante veinte minutos más o menos esto:
Verán señores, hay que repasar las cosas bien y por orden porque si no nunca lograremos nuestro objetivo, que es lanzar un cohete al espacio, no lo olvidemos. En el principio fue el Verbo, y luego hubo que esperar a que a Adán le quitaran una costilla para que Eva pudiera ofrecerle una manzana y fue entonces ¡Entonces! cuando expulsaron a ambos del Jardín del Edén. Todo ello debemos comprenderlo para volver a inventar la rueda, aunque esto no sea imprescindible puesto que él (el mandril) construyó las pirámides y ahí están, cinco mil años de historia nos contemplan. La propuesta es seguir los siguientes pasos:
1.- Reflexionar sobre el verdadero principio, porque si no fue el Verbo, entonces nos encontramos con un problema que puede calificarse como estructurante.
2.- Averiguar exactamente cuál fue la costilla que le quitaron a Adán y documentarlo. Para ello será imprescindible tener varias reuniones con Adán y contrastarlo después con Eva, siempre y cuando hayamos comprado varias manzanas para establecer sus características nutrientes, encargo que pueden cumplir sin dificultad varios equipos de trabajo. Eso sí: no hay que pelar las manzanas bajo ningún concepto. ¡Bajo-ningún-concepto!
3.- Situar en el mapa de manera precisa el jardín y el Edén o ambos si son lo mismo (cuestión que habrá que dirimir), y establecer las alternativas para llegar. Hay que ser muy preciso en este punto, porque no cuesta lo mismo ir andando que en un barco a vapor, por no hablar del tiempo que se tarda.
Justo en ese momento, el mono ardilla menciona a la serpiente y es entonces cuando la reunión peta.
En mi humilde opinión, puestos en orden de escala, entre el gorilón y el macaco de mierda prefiero mil veces al gorila, porque al menos sabes lo que tienes que hacer cuando se arranca por bulerías: agachar la cabeza por si te la vuela de un soplamocos. El macaco sin embargo me resulta insufrible porque nunca sabes dónde va a orinar. En cuanto al mandril… en fin, siempre hay que pensar que al segundo día se hizo la Luz y entonces las cosas se ven de otra forma.