Ir y venir con abrigo

Hace años, tuve que ir a Alicante un 15 de enero. En Madrid hacía un frío propio del mes de Enero. Y yo iba vestida acorde con el frío propio del mes de enero. Traje de chaqueta de lana, abrigo, bufanda y guantes.

Vino a buscarme al aeropuerto el entonces director de Alicante. Me esperaba en la puerta de embarque. Llevaba la americana en el hombro e iba arremangado. Me dijo «¿Dónde vas con abrigo?«.

Resistí con cierta compostura, simplemente guardando guantes y bufanda en el maletín. Después del primer trayecto en el coche, me quité el abrigo y lo dejé en el maletero del coche. En el tercer trayecto abandoné allí también la chaqueta. Y si no me quité las medias a lo largo del día es porque eso no se hace, no por falta de ganas.

Unos años más tarde, aquel director me recordó la anécdota. ¿Dónde irías con abrigo?, me dijo divertido. Yo no sé dónde iría, contesté, pero sí sabía de dónde venía.

El domingo me voy a una isla a disfrutar del sol. Así es que técnicamente estoy de vacaciones. Será estupendo y no sólo porque esta vez sé a dónde voy y de donde vendré.