Los fines de semana dedico siempre un rato a ordenar mi vida, esa vida que entre semana tiendo a desordenar a pesar de la rutina que imponen los horarios de trabajo. Según el humor que tenga, escojo la música para dejarme acompañar. Y en ocasiones poco frecuentes pero no imposibles, necesito que me resuelvan la apatía y me vuelvan a helar la mirada. De un plumazo, a ser posible.
Héroes del Silencio, desde hace años, tienen la capacidad de henchirme el corazón, de llenarme el carácter de fortaleza, de ponerme de una mala leche positiva y arrancarme todo el humor, el bueno, el malo y el regular y meterlo en un saco de energía que me envalentona para una semana entera. Oigo sus canciones y las canto con ellos, mirando a la pared o a un vaso de cerveza y dirigiéndome a un cabrón imaginario, o no tan imaginario. Y el cuerpo se me llena de razones. De razones y de frases contundentes, de las que uno dice para terminar una conversación nada más iniciarla, esas frases que llevas siempre en la canana por si hace falta recargar el rifle y acabar con los membrillos, o armarte de seguridad si crees que quieren revolverte la vida. Más que frases son bofetadas, bofetadas que te desencuadernan, letras que se encajan en una música explosiva que te golpea y te rellena las entrañas, con pasión y fuerza, casi con honor.
Si no me creen, lean, lean:
– Qué fácil es abrir tanto la boca para opinar… Y si te piensas echar atrás, tienes muchas huellas que borrar. Déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer…
– Las estrellas te iluminan y te sirven de guía, te sientes tan fuerte que piensas que nadie te puede tocar.
– Ganar o perder, sé que nunca me importa, lo que embruja es el riesgo y no dónde ir.
– Pondré casa en un país lejano para olvidar este miedo hacia ti, este miedo hacia ti.
– Detrás de un disfraz, tartamudo ante la adversidad, con un hilillo de voz se va la poca razón que nos permite tu escaso valor. Y he de cruzar, dar el paso hacia una vida anterior si hay destellos de magia entre los besos de la traición.
– Pierdo el tiempo pensando en lo esencial que a veces dejo pasar. ¡Cuántos instantes he ignorado ya, capaces de haberme cambiado!
– En sus ojos apagados hay un eterno castigo, el héroe de leyenda pertenece al sueño de un destino.
– Y no, quisiera no pensar más de un segundo en ti.
Yo les dejo con esto. Mi consejo es que lo pongan todo lo alto que den de sí los altavoces y que canten como los que están en el concierto, o sea, como si les fuera la vida en ello. Y les prometo que mañana tendrán un magnífico lunes.