J’ai perdu ma plume…

dans le jardin de ma tante. Esta frase se enseña, y a veces se aprende, en los cursos de francés. Significa lo que parece: he perdido la pluma en el jardín de mi tía. Lo del jardín de mi tía no se presta a equívocos en ninguno de los dos idiomas. Sin embargo, en lo que respecta a la pluma, tanto en francés como en español la frase puede referirse a que estabas repasando la contabilidad de la maison o a que eres un palomo. Torcaz, por ejemplo, que suena más eufónico. Luego, para decir plumero, los franceses son menos polisémicos y usan plumier o plumeau, según si guardan la plume en una cajita junto con otros bolis o en un cajón junto con el Fairy. Y si les da por colocársela en la cabeza creo que dicen plumet, ellos son capaces de todo, ya se sabe. A cambio, no relacionan la propiedad y posterior pérdida de la pluma con ninguna tendencia sexual. Para eso usan a las focas. ¿Por qué? Pues no lo sé y siempre he pensado que vale más no preguntarlo.

Toda esta introducción para decirles que llevo cerca de dos meses encontrando sospechosas plumas correteando por mi casa, que no es el jardín de mi tía sino un lugar serio en donde no es previsible encontrar plumas por ahí tiradas. Al principio pensé en las palomas que de mañana vienen a posarse en el alfeizar de mi ventana. Frase bella donde las haya, y mentira canalla al sostenella y no matizalla cuando ves el pasillo. Le encargué a Curra una vigilancia feroz, en especial en la terraza, y llegué a la conclusión de que las palomas madrileñas no tenían culpa de nada, después de un reporting preciso en el que se incluían grabaciones de vídeo.

Después le tocó el turno a los cojines. Sorprendí a uno de ellos con media plumilla fuera y aunque me pareció demasiado grande para lo que se estilaba en los desfiles del salón, convinimos en pasar revista detallada a todos, uno por uno, en una búsqueda del agujero perdido más prusiana que proustiana sin encontrar nada a cambio, y eso que lo mismo daba un roto que un descosido…

Esta mañana, me secaba el pelo descalza. Para esculpir de forma precisa el pelo de la zona occipital de mi cabeza y darle la correcta forma y textura a la caída de la incipiente melena, o sea, mientras me secaba el colodrillo, he bajado la cabeza y he comprendido con estupor quién perdía la pluma por el pasillo de mi casa. Si digo que no me lo podía creer va a quedar demasiado pijo, así que lo diré en francés al estilo de Luis Sánchez Pollack: Ce n’est pas possiiiiiiiiiiible.

He corregido rápidamente la carta a los Reyes Magos. Y en el entretanto, les aseguro que esa zapatilla ya no arrulla más.