Hoy ha entrado en mi despacho un tipo que vestía un pantalón vaquero devastado por algo que no podía ser una lavadora. Un pespunte rojo en arabesco sobrevivía a duras penas por las costuras deshilachadas de unos bolsillos vencidos y una bragueta apretada. Llevaba una camisa negra con botones blancos en el cuello, a juego con un cinturón de hebilla plateada, y una blazer de tres botones en pana marrón oscuro.
Calzaba unos mocasines sin antifaz de color camel con extra punteras ennegrecidas , no estoy muy segura si como consecuencia de un diseño confuso o de un betún confundido. Imposible describirles el dibujo de sus calcetines, porque desde luego no le he invitado a sentarse, pero los he supuesto negros, de lycra y cortos.
Llevaba un tupé prominente y no se había afeitado.
Es imposible que esa mezcla sea casual.
…me falta un dato.
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… perdona lo de dubitativo no lo quería poner.
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«Casual» mente nosotras hemos visto uno parecido en el aperitivo y lo hemos mirado con todo descaro intentando echar la cuenta del número de extravagancias que acumulaba… A mamy la ha distraído la llegada de su manzanilla, de Sanlúcar, la manzanilla, no mamy.
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De «casual» nada. Ése ha empleado más tiempo en «arreglarse» que una novia para su boda. Siempre me ha hecho gracia ese aspecto (desenfadado creo que lo llaman) que intenta hacernos creer que no le da la más mínima importancia al vestir.
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No sé qué dato puede faltarte, Tomae, salvo si llevaba algún tipo de pulseras o cadenones. Realmente, lo que me ha dejado pillada han sido los zapatos.
No es tanto la extravagancia o el arreglo cuidadoso como el olvidar que estás en un centro de trabajo. Una cosa es quitarse la corbata y el atuendo informal y otra ir vestido como para a ligarte a unas churris. El mal gusto, por lo general, viene de propina…
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