Mañana tenemos debate en todas las cadenas, así es que los empresarios de minicines están de enhorabuena. Todos los periódicos se han dedicado estos días a hablar de la imagen de los dos candidatos que van a debatir, ambos reacios a mostrarse de manera distinta a su natural desgana estética. Este es un mal asunto, tanto para los que se exhiben como para los que tienen que contemplarles, porque, si a eso vamos, el único remedio posible para alguien con un mínimo de sensibilidad es que les pongan una capucha de color berenjena. Una a cada uno, por supuesto.
Y el caso es que, tal vez conscientes de su poco sex-appeal, los dos llevan barba. Es decir, que tienen claro que deben taparse la cara todo lo posible. Eso sí, de manera natural, no sea cuento que parezcan Pat Garrett y Billy the Kid. A fuerza de ser horripilantes, han convertido la telegenia en fantasmagoria.
A Rubi le dijeron que se pusiera fundas en los dientes, todo porque los tiene de un cierto color ala de mosca. Almas de cántaro. Les faltó poco para llevarse una dentellada, y así que comprobaran lo que cunden unos dientes irregulares. En cuanto a Marianín, a nadie se le ocurriría darle ese consejo, porque ya se le entiende bastante poco cuando habla. González decía de él que se le entendería cuando se quitara los fideos de la boca, en un arranque de mala leche que, tendrán que reconocerme vds, no deja de tener gracia.
En fin, este asunto hoy no da más de sí. Me refiero al debate, aclaro.