En los tiempos de Madame Bovary – aunque para lo que voy a contar es como si digo en los tiempos de mi abuela – la gente se carteaba. Raro verbo que hoy no debe de usar ningún mozo con menos de 20 años – que para lo que voy a contar es como si digo menor de 50.
Y es que no hace tanto, era un trabajo responder a una comunicación. Figúrense: busca el papel, coge un boli que pinte, escribe, equivócate, rompe el papel, empieza de nuevo, termina, relee, dobla el papel, mételo en un sobre, chupa el sobre para cerrarlo – con lo mal que sabe -, busca un sello, chúpalo para pegarlo – con lo mal que sabe -, levántate, vuelve a colocar la silla en su sitio, busca las llaves de casa, cógelas, sal, acércate a un buzón, mete el sobre en la ranura y reza para que llegue. Agotador.
Sin embargo, no entiendo bien por qué hoy lo normal es mandar un e-mail y tener la sensación de que caen en un agujero negro. Y fíjense que es fácil contestar: según estás sentado, 1 clic de responder, dos pulsaciones sobre el teclado (ok), o cuatro (vale), u ocho si eres militar (recibido), otro clic de enviar, y listo. A ver, tampoco vayamos a pedir 7 pulsaciones más para decir «gracias«, porque eso es entrar en ineficiencias inaceptables. Aunque realmente, si se fijan, es más barato poner sólo «gracias» en vez de «ok, recibido» : te ahorras cinco pulsaciones, una vez neteado.
El asunto tiene mala solución, porque ya ven vds que casi nadie echa cuentas ni se preocupa por la productividad. Y tampoco va mucho mejor si vd. concede un crédito, no crea, porque vengo observando que poner «te agradezco por anticipado tu respuesta» no te garantiza nada. Yo lo he probado bastante pero hoy he tenido que enviar el siguiente texto: «He mandado el informe sin tu respuesta. Ya te di las gracias hace dos semanas, pero no te agobies: te perdono la deuda«.
¿Les ha gustado? Pues me lo acabo de inventar. Les agradezco por anticipado que me disculpen.