El recorte de la vergüenza

No lo llaman recorte, aunque lo es y muy serio. Lo llaman necesidad de pasar página, de iniciar un nuevo ciclo político, de apuesta por una nueva etapa, borrando de un plumazo toda la infamia anterior. Hablan de razón de Estado, de oportunidad histórica, de plan de convivencia democrática, de superación de obstáculos ideológicos, en una cháchara inicua que lo mismo les vale para esto que para envolver una sardina. Los más descarados siguen hablando de proceso de paz. Y los más vomitivos, en especial aquel que diría cosas que nos helarían la sangre, nos propone una orientación flexible, que no es ni más ni menos que su propia desorientación moral.

Pero esto es un recorte. Un recorte de la dignidad de los muertos y de sus familias. Un recorte de la dignidad de un Estado al que están rindiendo ante una banda de terroristas (ETA o Bildu o la madre que los parió). Un recorte de mi dignidad, porque este es mi país y esos que murieron son también mis muertos. 

Esos gobernantes y políticos calculadores que un día se parapetaron detrás de esos muertos que hoy desprecian, detrás de unas lágrimas tan falsas como su decencia, ahora se parapetan detrás de palabras como libertad, justicia, paz y perdón para recortar con tanto cinismo como impostura esos mismos conceptos que dicen defender.

Recortan la dignidad. Recortan la Justicia. Recortan la vergüenza.