Abraracúrcix querido

El jefe de la aldea gala de los cuentos de Asterix, Abraracourcix, temía que el cielo fuera a caer sobre su cabeza. Y luego se tranquilizaba con un «bueno, pero eso no va a pasar mañana«. Era su manera de tranquilizarse. O de serenarse en la melancolía de un futuro inmediato e irremediable. 

Pues yo hoy le digo a vd. que mañana, mañana mismo, un satélite de la NASA – o lo que quede de él, que quedará poco – caerá sobre nuestras cabezas. ¿Nuestras? Bueno, tranquilícese, que la probabilidad de que la cabecita sea la suya (o la mía) será de 1 entre 3.200. No se preocupe ahora, amigo. Preocúpese mañana, porque dos horas antes del impacto esas probabilidades pueden rebajarse hasta cero o multiplicarse exponencialmente: ese cacharro habrá dejado de dar tumbos y estará precipitándose a la Tierra. Ya nos dejaremos de preocupar cuando conozcamos al descalabrado, que aparecerá probablemente en la tele luciendo el chichón y contándolo – si es que del susto no se ha mordido la lengua, el pobre.

O sea, disfrazado de probabilidad solo hay una certeza: no tienen ni puñetera idea de donde va a caer del cielo, mañana, un chisme del tamaño de un autobús. Más o menos como Abraracourcix, pero en difuso. Y con mucha menos gracia.