Airbus ha presentado en Londres el avión del año 2050. Según nos explica la prensa, este avión tendrá una interfaz neurológica, una estructura biónica, materiales biodegradables, una membrana y no sé cuántas cosas más para para que sea igualito que un pajaro y para que el pasajero pueda obtener una experiencia placentera del vuelo “a la medida”, sustituyendo la tradicional división de clases por zonas personalizadas con realidad virtual. Además de lo anterior, la cabina será transparente, y así el pasajero podrá disfrutar de vistas panorámicas. ¡Toma ya!
Como dice mi Tía Pilar, hay que ver lo que inventa el hombre blanco. Pero qué quieren que les diga, una vista panorámica del techo del avión a 35.000 pies debe ser un perfecto coñazo salvo que lo que pongan transparente sea el suelo, en cuyo caso la visión puede devenir entre pavorosa y espeluznante, especialmente en las maniobras de aproximación al aeropuerto. Por no hablarles de que si el avión va a ser igualito que un pájaro, aun suponiendo que tengan a bien ahorrarnos el espectáculo de las vísceras y los restos del buche, lo mismo salimos con plumas hasta en el colodrilo.
Yo, la verdad, no sé muy bien qué experiencias se pueden desear vivir en un avión, si exceptuamos la de salir cuanto antes de ese ambiente tan opresivo como doloroso para las articulaciones. Pero, puestos a imaginar, se me ocurre que tal vez me apeteciera hacer cualquier cosa que no haría jamás en tierra, como por ejemplo jugar unos hoyitos de golf, darme un garbeo en moto náutica o mantener una animada charla con George Clooney. Incluso algo más que una animada charla, pongamos que una partida de Parchís. O algo para lo que no se necesite hablar bien inglés ni animarse mucho con George Clooney presente, ustedes ya me entienden – y si no, no se lo voy a explicar porque este blog lo lee mi sobrino. Pero hay gente para todo, de manera que uno puede esperarse cualquier cosa de un cliente: les ofreces algo y van y te lo piden, son insoportables.
Y si se han entretenido en leer la noticia, habrán visto que el ejecutivo de Airbus ya nos advierte que «probablemente nunca veremos una cabina como esa». No, si ya. Lo más probable es que todas esas posibilidades tecnológicas pasen por los filtros de los gafotas de turno de la Compañía aérea, que pensarán en términos de rotación, masa crítica y margen unitario (sin olvidar a los juristas), y reducirán las propuestas de vuelo personalizadas a dos “experiences”, tres como mucho. El comercial lo defenderá en aras de la simplicidad, la comprensión (propia) y la comunicación para el cliente y el CEO tan contento. Les suben el sueldo a los tres, y a freir puñetas las ideitas de Juaquinillo el Chispas, que se pasa el día enredando con estas tonterías del futuro.
Así que lo dejamos en la First Experience, en la que podrás viajar con las piernas estiradas porque ante la eventualidad de que el interfaz neuronal se vuelva loco, te ponen un asiento para seres humanos. También te dan zumo de naranja, unas galletitas de Fauchon, se puede elegir la película y te cuelgan la chaqueta. La experience consiste en vez de darte un papelito para que no te lo choricee algún político que venga de Bruselas, te mandan un What´s up al Messenger. Y luego estará la Tourist Experience, en la que te ponen Pretty Woman en varios idiomas para los vuelos de más de 3 horas y la temperatura no estará por encima de los 15 grados. Y te facilitan una dirección de Twitter (#mequierobajarpordiosya) para que cuelgues tu opinión sobre la película o en su defecto, sobre la temperatura.
En Air France pondrán dos experiences más: la Affaires Experience, que es como la Tourist pero con una dirección de Twitter personalizada (#etmoiconestospelos), y la Misery Experience, en donde los asientos son para dos personas y además dejan entrar a un mendigo que te vende pañuelos para la vela (la temperatura tampoco no subirá de los 15 grados) (Celsius).
En todo caso, me da a mí que me lo voy a perder, porque en el 2050 no creo que tenga yo la dentadura para muchos aviones…