Señores, con su permiso, yo empiezo ahora.
Es que mañana tengo una fiesta y no voy a poder reflexionar convenientemente entre las 20:30 (hora a la que entraré en el cuarto de los milagros) y la medianoche. Luego, a partir de esa hora ya no hay que reflexionar más, por lo que prefiero anticipar la pérdida y no malgastar ni un minuto de esas valiosas 24 horas que la Ley nos concede (¡gratis!).
Hasta el domingo, pues.