Hoy estoy desganada. Un franchute malvado y de almorranilla rebelde, perteneciente a algún sondercomando, nos ha regañado a cinco personas que buscábamos una fecha para preparar una presentación. Al tercer e-mail de «je ne peux pas, je vous propose…» ha irrumpido en la plácida negociación de agendas con una especie de eructo para avisarnos de que… bueno, que o nos poníamos de acuerdo YA o que nos íbamos a enterar de lo que eran unas buenas almorranas. Jesús, qué modales. Cómo tratará a la concierge…
Así es que hablaré de ¡FUTBOL! Bueno, no, hablaré del Balón de Oro. O sea, del premio. Aunque no sé muy bien si «eso» es un premio o un concurso, la verdad, pero sabiendo que tiene el mismo valor el voto del capitán de las Islas Cook y de Nueva Caledonia que el voto de nuestro Casillas, podemos dejarlo hasta en sorteo. Incluso en tómbola de pueblo, qué alegría, qué alboroto, ¡ le ha tocado el perrito piloto!
¿Y qué queréis que os diga al respecto? Dicen que cuando pierdes, lo malo es la cara de tonto que se te queda. Pero Xavi (mi preferido) e Iniesta (el del resto de los españoles) pueden estar tranquilos: es peor la cara de tonto del que gana, y a ese no se le pasa ni cuando se quite ese esmoquin de Georgie Dann que me llevaba. Y para muestra, la foto (de Mundo Deportivo).