Melonadas luminosas (segunda parte)

Suben la luz de nuevo un 10%. Por el déficit de tarifa. El déficit de tarifa es la consecuencia de solucionar a golpe de ideología trasnochada asuntos puramente técnicos. Se parece bastante a esto de que los pantanos o las autopistas son de derechas, y las saladoras y las autovías de izquierdas: una melonada.  También hay mucho dogmatismo y griterío, y una falta desesperanzadora de debate sosegado, profundo e inteligente sobre cuestiones actuales a las que hay que dar respuesta a largo plazo, con sabios y especialistas en la materia, y no con politiquillos que no saben, sino que opinan. Y la misma validez tiene su opinión sobre la energía, las pensiones y el agua que sobre las colecciones de Jean Paul Gaultier. La sociedad es capaz de entenderlo, no somos niños, no somos brutos, entendemos que el esfuerzo puede venir de pagar más cara la luz o… del riesgo de tener una central nuclear al lado de casa.

Lo malo es que estas políticas memas nos llevan a tener que hacer los dos esfuerzos. Porque no vivimos solos en el mundo, de manera que, además de pagar más cara la luz, tenemos centrales nucleares al lado de casa. Golfech 2 está a 300 km de Gerona. Y una nube tóxica no se para en los Pirineos, del mismo modo que la nube de Chernobyl no se paró en los Alpes o en los Urales. El principio por el cual uno paga más por correr menos riesgo, se quiebra. Bonito dilema para un teórico de los juegos.

Y luego hacemos otros esfuerzos, para completar la melonada. Porque, de camino, pagamos a barbudos y tiranos que consolidan su delirio gracias a las divisas que proporciona el petróleo y  los accesos a los corredores que lo llevan al mar. Y se subvenciona el carbón, que, junto con el petróleo, no tiene nada de ecológico.

Y al final, un 10% más en la factura. El pensamiento cómodo nos conduce a no saber ya ni sobre qué estamos discutiendo: ¿sobre economía? ¿sobre salud pública? ¿sobre geopolítica? ¿sobre ecología? Pague y calle. Y vote a un partido, da igual, a cualquiera: solo se preocuparán por ser elegidos dentro de cuatro años. Mientras tanto, el marasmo de la energía, como el del agua, las pensiones o el modelo de Estado seguirán el curso de la avestruz: la cabeza enterrada y el pompón al aire.