El océano autonómico

Por razones de trabajo, he tenido que viajar en varias ocasiones a Casablanca. «Casa«, como le llaman los franceses. Si tú te sitúas en la Corniche, un suponer, y le haces a un paisano algún comentario sobre «la mer«, el paisano te mira muy serio y te dice «Ça, ce n’est pas la mer. C’EST L’OCÉAN!«. «Océano» es una palabra que inspira mayor grandiosidad que «mar». También un mayor misterio. Más profundidad. Mayor lejanía, incluso. Ah, l’océan, l’océan, oh, l’océan, quelle grandeur, quel mystère, quelle profondeur, quelle «leyaní»,  ah, l’océan… Empiezo así para ponerme muy cursi y meterme en ambiente.

Leo ayer en el periódico el siguiente titular: «CC pone su precio: que Canarias tenga aguas territoriales propias«. El precio es la contraprestación para apoyar los supuestos previos del Plan A,  o sea, estos presupuestos del demonio.

Estupefacta me pregunto: Bueno ¿Y para qué quieren eso, los canarios?.

Después de mucho pensar – naturalmente en el periódico no dan razón – llego a una conclusión a la altura de la tontería. Me digo: ¡Ya está! Es para promover el diálogo entre la cultura guanche y la goda. Porque si tú te sitúas en la Playa de las Alcaravaneras, un suponer, y le haces a un paisano algún comentario sobre «el océano», el paisano no se quitará la chola y te dará una cuerada, sino que dialogará contigo para decirte: «No, muyayo, eso ehel mar canarión, el oséano ehlo que se ve dehde Casablanca ¿no lo sabeh, mi amol?»«.

Muy práctico. La mère… Y el père, y el fils…

PS: Alejandro, si me lees, ¡no te me enfades!