Salman Rushdie, de Joseph Anton

rushdie-joseph-antonO tal vez este libro debería llamarse Joseph Anton, de Salman Rushdie. Porque, efectivamente, éste es un libro de memorias de Salman Rushdie que abarca los 13 años que tuvo que vivir escondido y protegido bajo ese seudónimo por la policía para poder sobrevivir a la fetua, es decir, a la condena a muerte que unos intolerantes lanzaron contra él y que convirtieron su vida en una pesadilla durante todo ese tiempo.

Se trata de un libro de casi 800 páginas que me ha gustado mucho y que creo que es una lectura obligada para todo aquel que se sienta ofendido por la intolerancia, que no la acepte y que no la tolere. Empieza el libro en 1989, cuando a Salman Rushdie le comunican que el ayatola Jomeini le ha condenado a muerte por escribir los Versos satánicos. Un libro, como él explica, en el que el profeta no se llama Mahoma, la religión no se llama islam, y que lo que es motivo de ofensa es algo que le sucede en sueños a alguien que ha perdido la fe. Un libro prohibido después de haberse estado vendiendo durante 6 meses, y prohibido cuando el ayatola pierde sus argumentos en la guerra contra Irak y no tiene nada que ofrecer a sus súbditos salvo rezos, cuando lo que empezaban a reclamarle era menos hambre y menos opresión. Un libro condenado por gente que declaraba no haberlo leído, fanáticos de UN sólo libro, el Corán, que por cierto dispuso de 7 versiones antes de que se aceptara «la» versión definitiva en 1920, y un libro que, recordemos, había sido transmitido oralmente. O sea, que la tomaron con él como la tomaron los afganos con los budas de Bamiyán: un absurdo que repugna cualquier racionalidad.

Pero no es sólo esto lo que cuenta Salman Rushdie. También nos habla de lo difícil que es la vida para alguien que debe cambiar de casa casi cada semana, que no puede ver a su hijo, ni a sus amigos, que vive literalmente escondido en un agujero porque el mundo se ha convertido en un lugar lleno de bombas humanas. También cuenta su vida entre editores, algunos heroicos que se jugaban la vida como él, otros que sucumbieron al miedo.

Pero con todo, esto no es lo peor. Lo peor, en mi opinión, fue la reacción de Occidente, la reacción de Gran Bretaña, de los políticos, de los medios de comunicación. En vez de poner pie en pared, en vez de defender la libertad de expresión, la defensa ante los tribunales si alguien se siente ofendido, el derecho a la libertad de creencias, Salman Rushdie tuvo que sufrir la tolerancia con la amenaza, la comprensión de «la cólera del islam», la componenda que proviene del miedo por un lado, del interés político con el otro, y de un relativismo cultural fétido que es, en efecto, la muerte del pensamiento ético:

“… la cara inaceptable del multiculturalismo, su deformación en una ideología de relativismo cultural. El relativismo cultural es la muerte del pensamiento ético, es dar apoyo a los sacerdotes tiránicos a tiranizar, de los padres despóticos a mutilar a sus hijas, de los fanáticos a odiar a los homosexuales y los judios, porque hacerlo “forma parte de su cultura”. El fanatismo, los prejuicios o la violencia no son “valores” humanos. Son la prueba de ausencia de dichos valores. No son manifestaciones de la “cultura” de una persona. Son indicativos de la falta de cultura de una persona…”

El libro está escrito en tercera persona y en mi opinión está sobrado de personajes y de nombres propios. Pero tiene un cierto tono no diría que de humor, pero sí de alegría, o quizá de optimismo, o sencillamente se trata del mero sentido de pertenecer a una civilización superior (y en esto yo estoy muy de acuerdo con él), que hace que se lean no como una historia de terror (que lo es), sino con mucho confort. Y por otra parte, contiene tramos memorables en defensa de la libertad y contra la intolerancia y el fanatismo, contra esos animales ante los que Occidente no se atreve a rechistar, contra esas bestias a las que ofrecemos absurdamente comprensión, cuando no merecen vivir entre nosotros y pretender que, con esos modos, aceptemos sin más tener que compartir con ellos nuestro planeta.

El libro acaba en 2002, y Rushdie vive en Chicago el atentado contra las Torres Gemelas, en una especie de colofón, y no se puede dejar de pensar que eso fue la tempestad que sembraron aquellos vientos. Con todo, él ha sobrevivido y también su libro. Los países donde reinan los barbudos siguen sumidos en el fango de la intolerancia. Ignorantes, sucios, violentos, rabiosos, carcomidos por el odio y la intransigencia, aventando una religión que dicen que es de paz pero que es el símbolo de la barbarie y del atraso.

El integrista se propone derribar mucho más que edificios – escribió -. Esa gente está en contra, por mencionar sólo una breve lista, de la libertad de expresión, el sistema político multipartidista, el sufragio universal para dultos, el gobierno obligado a rendir cuentas, los judios, los homosexuales, los derechos de la mujer, el pluralismo, el secularismo, la minifalda, el baile, el afeitado de la barba, la teoría de la evolución, el sexo […] El integrista cree que nosotros no creemos en nada. Según su visión del mundo, él tiene sus certezas absolutas, mientras que nosotros nos sumimos en excesos sibaríticos. Para demostrarle que se equivoca, primero debemos saber que se equivoca. Debemos ponernos de acuerdo en qué es importante: besarse en público, los bocadillos de beicon, las discrepancias, la moda de rabiosa actualidad, la generosidad, el agua, una distribución más equitativa de los recursos del mundo, el cine, la música, la libertad de pensamiento, la belleza, el amor. Esas serán nuestras armas. No los derrotaremos mediante guerras, sino eligiendo una forma de vida sin miedo. ¿Cómo se derrota al terrorismo? Sin atemorizarse. Sin permitir que el miedo rija nuestra vida. Aunque uno esté asustado».

Lean este libro, porque merece la pena y mucho.

10 comentarios en “Salman Rushdie, de Joseph Anton

    • Pues sí. Tenías mucha razón con que me iba a gustar. Ahora me pesa habértelo devuelto. Debería haberlo secuestrado, después de haberlo tenido tanto tiempo «en acogida». Muchas gracias por la recomendación y ¡por el préstamo!

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  1. Hola,
    con tu permiso y el de Curra, me paso por vuestra casa.
    No conocía el libro, me lo apunto para leérmelo. Leí hace tiempo «Los versos satánicos»; no me gustó especialmente, aunque reconozco que era ameno de leer. De hecho, no creo que ese libro se hubiera hecho ni la mitad de famoso sin la fatua. Pero los fanáticos no piensan, perpetran. Y algo les debió doler en la figura de ese falso profeta que retrata Rushdie.
    Un saludo

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    • Hola, Sara. SR me ha parecido muy ameno y con mucho sentido del humor, de manera que no me extraña que Los versos satánicos lo sea también. Rushdie se queja efectivamente de eso, de que no se hablaba de la calidad del libro, sino de otra cosa. Y que el pasaje por el que fue «condenado» era bastante irrelevante, aunque parece ser que también habla de un tiránico y lo mismo Jomeini se dio un poco por aludido.

      Gracias por comentar y bienvenida.

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